jueves 8 de marzo de 2012
Tito
Horford reunía todas las condiciones para haber sido también un buen
jugador de béisbol, pero el destino terminó deparándole otra carrera. El
béisbol fue siempre -y lo sigue siendo- el deporte que más le gustó y
el que practicó en el Ingenio Santa Fe, de San Pedro de Macorís, donde
fue llevado por sus padres Ana Graciela y Alfredo, tres meses después de
haber nacido en La Romana.
Era también el que quería que jugara don Alfredo, un operador de las
máquinas que buscaba la caña en los bateyes, cuyos padres habían venido a
principios del siglo 20 procedentes de Anguila impulsados por el “boom”
de la industria cañera que tuvo el Macorís del Mar.
“Cuando mi papá me veía jugando baloncesto yo tenía que mandarme”,
relata Horford. “Ahí viene Alfredo”, recuerda sobre la forma que le
avisaban sus amigos de infancia.
“Pero mi hijo, es que no hay ni un dominicano en la NBA... Mira, Hugo
Cabrera lo intentó y no pudo. Tú no vas a llegar a la NBA”, le aseguraba
su progenitor.
“Yo sé que si hubiera seguido jugando béisbol firmaba porque tenía el
talento”, manifiesta al comparecer como invitado en el Café Deportivo de
LISTÍN DIARIO.
“Quince años, 6-9 de estatura, buen brazo, flaco y con las manos
grandes. Todo eso me ayudaba mucho”, argumenta. Tenía como compañeros a
Manny Acta, hoy dirigente de los Indios de Cleveland, y Luis Natera,
coach de las Estrellas Orientales, con quienes creció en el ingenio
Santa Fe.
“Ese muchacho va a nacer...”
A Tito Horford Williams se le pone la piel como de gallina cuando piensa
en lo que pudo haber sucedido si le hubiera dado curso al “consejo” que
le dio su mejor amigo cuando su pareja Arelis Reynoso salió embarazada.
Corrían los días de 1985 y con ellos el peregrinar del espigado
prospecto dominicano en búsqueda de seleccionar una buena escuela para
estudiar, pero, sobre todo, para desarrollar un talento baloncestístico
que parecía ilimitado.
La falta de recursos le llevó a residir junto a “su” mujer en casa del
amigo, un abogado que hacía años había sentado raíces en Washingon.
“¿Tito, tu novia está embarazada?”, le preguntó su enllave de infancia, a quien conoció en San Pedro de Macorís.
“Sí”, le contestó el gigante dominicano de 7-1 de estatura, quien para entonces contaba con 20 años y muchos sueños.
”Tú no trabajas, tú no tienes dinero, cómo te vas a hacer... Ella tiene
que abortar”, le advirtió el amigo provocando una reacción que 27 años
después Tito repite con orgullo y énfasis.
“Mira... Ese muchacho va a nacer... Aunque yo tenga que irme para mi
país a picar caña”, recuerda Horford Williams, de 47 años y convertido
al evangelio desde principio del 2000.
No conforme con ello el amigo los llevó a una clínica para que
supuestamente examinaran a Arelis, en cuyo vientre había un feto de unos
tres meses.
Una vez allí le dijo la verdad a Tito: “Esto es una clínica donde hacen abortos...”.
Tito no dejó que terminara el comentario. “¡Oye, si tú no me quieres en
tu casa, aguántame unos días porque yo no tengo a dónde ir, pero sé que
voy a conseguir una beca en una universidad!”.
En efecto, en un par de semanas, fue admitido en la Universidad de Miami, “me llevé a mi mujer conmigo y eché para alante”.
Contrario a lo que se estila, Arelis quiso que su hijo naciera en su
natal Puerto Plata y para ello retornó en avanzado estado de gestación a
casa de sus padres Mercedes y José en el sector Padre las Casas.
El 3 de junio del ‘86 nació un niño de diez libras en el Centro Médico
Bournigal, al que puso por nombre Alfred Joel Horford Reynoso, quien
continuó sus huellas en el mundo del basket y hoy es el mejor jugador
dominicano de la NBA y de todos los tiempos.
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