lunes, 2 de julio de 2012
Palabra repetida muchas veces en
la República Dominicana en el último año, sinónimo de baloncesto en los
últimos doce meses, resumen del sueño olímpico de todo un país.
Pocas cosas unen tanto a los
pueblos como el deporte, desde tiempos inmemoriales alrededor de los
grandes éxitos atléticos se han colegiado los más nobles y puros
sentimientos. A veces, pasiones exacerbadas que degeneran en violencia,
pero siempre la naturaleza humana muestra su cara más diáfana, más
cruda, más cruel.
En el caso de la Selección
Nacional de Baloncesto de mayores de mi país, el asunto va más allá de
lo profesional. Para mí es un proyecto personal.
Desde niño, en ella veía
colocadas mis ilusiones de grandeza, a falta de un vehículo para
mostrarlas en el béisbol donde los dominicanos éramos potencia. Así fui
poco a poco deseando algún día verla en mejores escenarios.
Con victorias y derrotas, altas y
bajas, fueron llegando los momentos de gloria que generalmente no
pasaban de algún buen juego o como mucho un buen torneo. Siempre en la
orilla se quedaba la tricolor prometiendo mucho, pero víctima de esas
cosas que como sociedad también tenemos que superar. Desorden,
individualismo, falta de gerencia.
El momento llegó en que me tocó
ver el deporte de otra manera, me hice periodista y al involucrarme se
fueron todas las aficiones por equipos particulares, menos la de mi
selección.
Con ella me tocó vivir mi primera
gran experiencia profesional en el preolímpico de Mar del Plata 2011.
Ver de cerca a los jugadores, sus cuestiones humanas y vivir con ellos
el proceso en persona, me marcó para siempre.
Jamás volveré a ser el mismo luego de mirar el juego desde el ojo del atleta.
Compartir con ese grupo, percibir
a la distancia lo que vivía mi país, ser testigo de excepción de la
unidad de todos detrás de 12 hombres, me hizo convencer de que había
tomado la decisión correcta al engavetar mis libros de derecho y abrazar
la comunicación deportiva como modus vivendi.
Y así, por cosas del destino,
aquí estoy de nuevo. Con la dicha de seguir este proceso palmo a palmo,
de ver a Al dejar su rehabilitación a medias para ponerse la camiseta
del país, de sentir el dolor de cada tiro fallado de Francisco y saber
que por sus venas corre sangre competitva, de convencerme de que jamás
alguien ha portado la camiseta con tanta pasión como Jack Michael.
Otra vez, con el privilegio de
sentarme en la misma mesa de Eulis Baez y oirle hablar de su familia en
España, perplejo de ver el talento de Karl Towns, el crecmiento y la
humildad de Juan Coronado o la fuerza de voluntad de un Edgar Sosa que
con su recuperación ha sido la inspiración de todo el grupo.
Compartir de cerca con Manuel
Guzmán y su alegría permanente o ver a "Mañé" evolucionar hasta hacerse
un indispensable dentro del equipo y percibir en Gerardo Suero el coraje
de un anotador innato, son cosas que nunca podrán ser llevadas en la
anotación de puntos o rebotes.
Un segundo al lado de Josh
Asselin sirve para entender que sin ser dominicano de nacimiento, está
agradecido de representar un país, oportunidad que no hubiera recibido
en los Estados Unidos. Ver sonreír a Ronald Ramón es suficiente para
entender el amor por el jugo que le brota por los poros.
Ellos 12, con sus esperanzas y su
historia personal tratarán de unirse para alcanzar un mismo objetivo,
ese que los lleve a trascender, a vivir en la memoria colectiva y a
darle a la República Dominicana un bálsamo en medio de tantas
dificultades.
Ellos 12, tienen aquí en Caracas
lo mejor del mundo a su frente, conscientes de que el reto es inmenso,
pero también, entendiendo que sus capacidades, su talento y su
preparación les permiten mirar a los rivales a su mismo nivel.
¿Repechaje?
Para muchos es una palabra hueca,
incomprensible, propia de técnicos del deporte. Para ellos 12 es su
vida entera, el momento de saber su lugar en el mundo. Para mí, la
culminación de un año intenso siguiéndolos paso a paso. Para el
baloncesto dominicano, su gran pasaporte a la historia.
Y para tí, ¿qué es el repechaje?
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