miércoles, 13 de marzo de 2013
Los Hawks funcionan dentro de la lógica de los equipos invisibles de la
NBA. Se aferran con uñas y dientes al séptimo puesto de la Conferencia
Este, pero sus méritos no parecen formar parte de los artilugios de
venta del mundo NBA.
La fisonomía del producto parece formar parte de un mundo de colores que está a una distancia estratosférica de Atlanta.
Al Horford, el hispano más destacado de lo que va de temporada, es una
de las víctimas de un entorno que no lo favorece. Es un héroe del
silencio, un jugador que hace mucho y se le reconoce poco. Un centro
diferente, capaz que superar la adversidad de centímetros merced a
atributos conceptuales del básquetbol que se suman a una actitud
envidiable.
Horford hace lo que los demás no miran. O mejor dicho, prefieren no ver.
Es el truco de magia que se encierra en el puño apretado para que el
resto, en la otra mano, gane el aplauso general al descubrirse.
Sacrificio en función del bien común. El ala-pivote de Puerto Plata,
tierra de leyendas del béisbol, juega para el equipo, con todo lo que
eso significa. Lo ha hecho siempre, y en esa construcción del aspecto
grupal se desnuda su talento individual; da un paso al frente por lo que
él mismo genera, sin necesidad de imponerse ante el público a los
empujones. No fuerza jamás una situación.
Horford es un profesional de perfil bajo. Es un Clark Kent que, noche a
noche, se transforma en Superman sin que nadie alerte la inevitable
mutación.
Los grandes jugadores están hechos de un material tan noble como escaso.
Tienen la capacidad de dar un paso atrás para que el resto se luzca, y
dar un paso al frente cuando el resto se esconde. El click está
incorporado en sus genes. Eso permite convertir lo normal en
extraordinario. Despierta la transformación del alfil en rey
incuestionable. Horford, en este laboratorio, es un envase que mezcla
talento y perseverancia en dosis exactas.
Horford atraviesa el mejor momento de su carrera, pese a que la mayoría
ni siquiera lo mencione. Su juego es increíblemente efectivo en una Liga
histérica, que le demanda a gritos que haga lo que él no necesita hacer
para lucirse. Defensa, actitud y liderazgo están en la primera página
del diccionario escrito por el ala-pivote dominicano. Y esto es curioso,
porque una gran parte de los espectadores tipo de la NBA considera que
estos atributos -fundamentales, por cierto- son accesorios de
complemento en el universo de las estrellas-franquicia.
De todos modos, ¿imaginan lo que sería este hombre si jugase en un
equipo como Los Angeles Lakers, New York Knicks o Miami Heat? Las
repercusiones -y la exposición- se abrazan a las reglas del juego.
Josh Smith es en Atlanta, para el punto de vista comercial, un jugador
mucho más vendible que Horford. Su estilo es polifacético, su carácter
es problemático y su despegue como una langosta hacia el aro sirve para
confundir espectacularidad con eficiencia. Es el mensaje que se
desparrama con una lógica escalofriante: dar al público lo que el
público quiere ver, sin importar lo que deba ser.
La única verdad es la realidad. Y en ese terreno, Horford es una gema
para cualquier entrenador que lo tenga bajo su mandato. Domina al equipo
en puntos (17.3) y rebotes (10.0). Como nos informa el departamento de
estadísticas de ESPN, es uno de los 10 jugadores calificados de la Liga
que promedia al menos 10 puntos y 10 rebotes por aparición.
No sólo eso: desde febrero, Horford promedia 22.1 puntos y 11.1 rebotes
por juego, con 61.4 % en tiros de campo (14 encuentros). Una auténtica
locura. Pero en materia de asombro, tengo algo más bajo el brazo que
roza el escándalo: lidera a los Hawks en dobles-dobles con 34 y está
sexto en toda la NBA en ese apartado.
Como nos informa Ernest Tolden de ESPN Research, los Hawks son muchísimo
mejores con Horford en cancha. Cuando el ala-pivote dominicano está
sobre el parquet, Atlanta promedia 97.6 puntos cada 48 minutos y lanza
47.3% de cancha. Cuando Horford está fuera, los Hawks promedian 91.8
unidades cada 48 minutos con 43.1% en TC.
Horford tiene un excelente juego de poste alto y poste bajo. Se mueve
bien de espaldas y tiene un gran tiro de media distancia de frente al
aro. Además, posee piernas elásticas para moverse dentro del trapecio,
lo que le permite destacarse en el desplazamiento lateral y el sprint
vertical contra rivales superiores en talla.
En sólo 15 días, Horford rompió dos marcas maravillosas: Anotó 34
puntos, bajó 15 rebotes y puso cinco tapas en la victoria 102-91 ante
Utah. Se convirtió, de esta manera, en el primer jugador de los Hawks en
sumar 30, 15 y cinco bloqueos en un partido de serie regular.
Dos días antes, anotó 23 puntos y 22 rebotes en la victoria de Atlanta
102-91 ante Detroit. Fue la tercera vez que Horford logró un partido de
20-20, algo que sólo logró otro jugador de Hawks -seis veces- entre 1996
y 2001: Dikembe Mutombo.
Horford ya figura en los libros de los Hawks con un sustancioso contrato
y seguramente Danny Ferry, junto al resto de la gerencia, tendrán en
claro que se debe construir en conjunto -no alrededor, a no equivocarse-
de este hombre.
El ala-pivote dominicano pertenece a la nueva clase de centros
versátiles de la Liga. Un cuatro transformado en cinco de acuerdo a las
necesidades. Modificar posición es algo complicado al extremo, sin
embargo Horford lo ha hecho parecer muy fácil. No lo digo yo: abundan
ejemplos en la NBA que defienden esta premisa.
Mientras el mundo mira hacia tierras más prometedoras, Horford sigue
haciendo su trabajo a la perfección. Por ahora, afila sus armas como un
héroe del silencio.
Tarde o temprano, llegará el reconocimiento unánime. Por más que se intente con ganas, no se puede tapar el sol con una mano.
Es sólo cuestión de tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario